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¿San Íñigo o san Ignacio? – Web oficial de la Muy Leal y Valerosa Villa de Oña

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«¡Ahí va!, pero si es Íñigo, como mi hijo Ignacio.» Este comentario no es nada infrecuente encontrarlo cuando, durante alguna de las visitas que llevamos a cabo al monasterio de san Salvador, llegamos a la capilla de san Íñigo, y especialmente entre personas residentes en el País Vasco. Cuando luego añades que la fiesta de san Íñigo es el 1 de junio y no el 31 de julio, entonces el galimatías se enreda aún más. Y es que la creencia popular tiende a identificar Íñigo e Ignacio como dos nombres semejantes o como una variante el uno del otro. Intentaremos poner algo de luz en el asunto.

Desde el punto de vista etimológico san Íñigo es un nombre hispánico prerromano, latinizado en la Edad Media como Enneco. Su femenino sería Onneca, casualmente el nombre de la primera abadesa de Oña. Posteriormente, la nn latina derivaría en la palatal nasal sonora ñ. Ignacio por su parte, es desde la antigüedad romana el nombre latino Egnatius. Con la llegada de la Edad Media este nombre desapareció del occidente latino pero fue muy frecuente en el Imperio griego bizantino.

Es muy frecuente oír el nombre de Eneco o Eneko, que sería su paralelo en euskera, pero este nombre nunca fue usado por ninguno de los dos santos.

Si estamos ante dos nombre completamente diferentes y que no tienen nada que ver entre sí, ¿ dónde radica el origen del error? El nombre original del santo jesuita era Íñigo López de Loyola, nombre otorgado en la pila bautismal en honor a nuestro santo oniense que es el único así llamado en el santoral católico. Sin embargo, a partir de 1528, y coincidiendo con su llegada a la Universidad de París empezó a usar el nombre de  Ignacio en los documentos oficiales franceses e italianos, y el de Íñigo en los españoles y familiares. Esta duplicidad duró con intensidad al menos unos quince años y con el tiempo el nombre de Ignacio fue desplazando más y más al de Íñigo, especialmente a medida que el General de la Orden iba tomando relevancia como hombre público.

¿Por qué esta nueva adopción de nombre? Según lo apuntado por el P. Ribadeneira el cambio se debió a una imposición ambiental, de tipo académica y administrativa, de la Universidad de París, dada la extrañeza que producía en Francia e Italia el ancestral nombre español de Íñigo. El santo aceptó Ignacio como una variante para acomodarse al ambiente pero sin abandonar su nombre original en el trato con la gente.

¿Y por qué Ignacio? Tomó el nombre de Ignatius como una latinización de Íñigo. Pero esta latinización no partió de él, sino de los parisinos ajenos a lo español. Dado que entonces existía la creencia que Ignacio e Íñigo eran nombres intercambiables entre sí, es por lo que san Ignacio no quiso cambiar de nombre, sino adoptar una mera variante del suyo, más común fuera de España.  

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